La vulnerabilidad de los pueblos indígenas ante las crisis


     


      En el 2015, decidimos viajar a las tierras más antiguas del mundo ubicadas en la Guayana, al Sur del Orinoco. Llegamos un diciembre y acampamos a la orilla del río Karuay. Al día siguiente, el señor Guillermo, miembro de la comunidad indígena Pemon, junto a su familia, nos invitaron a un viaje de 45 minutos en curiara, un pequeño bote hecho con los troncos de los árboles, para navegar por el río hasta el Salto el Hueso o Epöpa Merú. En la curiara íbamos mi esposo, el señor Guillermo, su esposa, su hija y otro miembro de la comunidad con un paquete de casabe, un alimento típico de la zona hecho con harina de yuca, y yo. La experiencia marcó un ante y un después en nuestras vidas, haciéndonos volver durante dos años más. Sin embargo, la convivencia en cada uno de estos viajes me hizo reconocer las desventajas que tienen las comunidades indígenas ante las problemáticas del mundo.

En una amplia área geográfica de Venezuela, las comunidades indígenas hacen vida, pero desde hace unos años, las poblaciones del sur de Venezuela se han visto amenazadas por las actividades mineras, la pérdida de territorios, la destrucción de los espacios naturales y las constantes complicaciones existentes que estos viven. Particularmente, luego del 2015, las otras visitas que hicimos a la Gran Sabana nunca fueron iguales y la experiencia resaltaba cada una de estas problemáticas. Actualmente, según el grupo de trabajo socioambiental de la Amazonía, Wataniba (2020), la pandemia COVID19 ha presentado una nueva amenaza para la integridad y preservación de estas comunidades y demuestra la vulnerabilidad de las poblaciones indígenas ante crisis de tal magnitud.

En el caso particular del virus actual, Wataniba (2020) establece:

 “Esta situación se ve agravada, y la letalidad del virus puede aumentar, si se considera que muchas comunidades se encuentran expuestas a una atención médica limitada; en una cantidad significativa de casos su una alimentación ha disminuido de calidad por haberse alejado de las tradiciones y, por tanto, no ser balanceada; el , agua potable, para aquellos asentamientos cercanos a áreas urbanas es limitado, y en sus hábitats tradicionales puede estar contaminada por le mercurio empleado por los mineros, quienes además son la principal amenaza para la entrada del virus”.
            La ventana que abre esta situación a las posibles complicaciones que estas comunidades alrededor del país, y en América Latina, pueden padecer muestra que deben tomarse acciones conjuntas para la protección y preservación de las mismas. De acuerdo con las Naciones Unidas, los indígenas se encuentran entre los primeros en enfrentar directamente las consecuencias del cambio climático. Esto no puede extrañarnos, existe una dependencia y relación cercana con el ambiente y sus recursos.

            La vida de las comunidades indígenas gira en torno a la naturaleza: sus creencias, sus costumbres, sus herramientas y su identidad nacen de su conexión con la madre Tierra; por ende, el cambio climático vulnera no solo la salud de estas poblaciones, sino también su esencia y sus oportunidades de coexistir. Si existe un cambio drástico en el clima, poblaciones como la comunidad indígena Warao en el Delta Amacuro, Venezuela enfrentarían cambios en su entorno y esto podría comprometer el trabajo que fundaciones como Fundación Tierra Viva y la diseñadora y orfebre Carol Leal vienen haciendo para impulsar la artesanía de esta comunidad y preservarla en un contexto amenazado por la avaricia de poder.
  
         El aumento de temperaturas incrementa la incidencia de fuegos forestales forzando a las comunidades a abandonar sus territorios, la aparición de nuevas plagas por pérdida de biodiversidad y la falta de acceso a agua dulce comprometería la salud de los pobladores indígenas. Aún así, el profundo conocimiento de los indígenas sobre los ciclos de la Tierra y los recursos naturales son un punto clave en el desarrollo de proyectos de mitigación y adaptación para enfrentar y evitar la crisis climática.

            Debemos reconocer que para muchos existe un grado de comparación que nos pone en una situación privilegiada y que nos ciega de los grandes problemas que las poblaciones más vulnerables, como las comunidades indígenas, enfrentan.  Sin duda alguna, quienes han venido protegiendo nuestros espacios naturales desde hace mucho tiempo y no han sido escuchados son los más afectados ante las crisis y esto solo se traduce en otra ruptura del equilibrio, la esencia y la identidad de nuestras tierras. Es imperativo unirnos en acciones para exigir su protección y reconocimiento, y elevar sus luchas ante los ojos del mundo.



      In 2015, we decided to travel to the oldest lands in the world located in Guyana, South of the Orinoco, Venezuela. We arrived in December and camped on the banks of the Karuay River. The next day, Mr. Guillermo, a member of the Pemon indigenous community, together with his family, invited us on a 45-minute trip in Curiara, a small boat made from the trunks of the trees, to navigate the river to Bone Fall or Epöpa Merú. My husband and I traveled with Mr. Guillermo, his wife, his daughter and another member of the community with a package of casabe, a typical food of the area made with cassava flour. The experience marked a before and an after in our lives, making us return for two more years. However, the coexistence on each of these trips made me recognize the disadvantages that indigenous communities have when they face the problems of the world.


     In a wide geographic area of ​​Venezuela, indigenous communities make life, but for a few years, the populations of southern Venezuela have been threatened by mining activities, the loss of territories, the destruction of natural spaces and constant complications they had to live. In particular, after 2015, the other visits we made to the Gran Sabana were never the same and the experience highlighted each of these problems. Currently, according to the Amazonian socio-environmental working group, Wataniba (2020), the COVID19 pandemic has presented a new threat to the integrity and preservation of these communities and demonstrates the vulnerability of indigenous populations to crisis of such magnitude.

      In the particular case of the current virus, Wataniba (2020) establishes:

       “This situation is aggravated, and the lethality of the virus can increase, considering that many communities are exposed to limited medical attention; in a significant number of cases, their diet has decreased in quality due to having distanced themselves from traditions and, therefore, not being balanced; drinking water for those settlements near limited urban areas, and in their traditional habitats they may be contaminated by the mercury used by the miners, who are also the main threat for the virus to enter ”.

      The window that opens this situation to the possible complications that these communities around the country, and in Latin America, may suffer shows that we must act to protect and preserve them. According to the United Nations, indigenous people are among the first to directly face the consequences of climate change. This cannot surprise us, there is a dependency and close relationship with the environment and its resources.

        The increase in temperatures increases the incidence of forest fires forcing communities to abandon their territories, the appearance of new pests due to loss of biodiversity and the lack of access to fresh water would compromise the health of indigenous people. Still, the indigenous peoples' deep knowledge of the Earth's cycles and natural resources are a key point in the development of mitigation and adaptation projects to face and avoid the climate crisis.

    The life of indigenous communities function around nature: their beliefs, their traditions, their tools and their identity are born from their connection with mother Earth; therefore, climate change violates not only the health of these populations, but also their essence and their opportunities to coexist. If there is a drastic change in climate, populations such as the Warao indigenous community in the Delta Amacuro, Venezuela would face changes in their environment and this could compromise the work that foundations such as Fundación Tierra Viva and the designer and goldsmith, Carol Leal, have been doing to promote the crafts of this community and preserve it in a context threatened by the greed of power.

       We need to recognize that for many of us there is a degree of comparison that puts us in a privileged situation and that blinds us to the great problems that the most vulnerable populations, such as indigenous communities, threaten. Without a doubt, those who have been protecting our natural spaces for a long time and have not been listened are the most affected by the crises and this only translates into another breakdown in the balance, essence and identity of our lands. It is imperative to be united in actions to demand their protection and recognition, and to raise their struggles before the eyes of the world.


Wataniba. (10 de abril de 2020). Organizaciones Indígenas y Wataniba unen esfuerzos para proteger a los Indígenas del COVID-19. Recuperado de: https://watanibasocioambiental.org/organizaciones-indigenas-y-wataniba-unen-esfuerzos-para-proteger-a-los-indigenas-del-covid-19/
Naciones Unidas. (S.F.) Climate change and indigenous peoples. Recuperado de: https://www.un.org/en/events/indigenousday/pdf/Backgrounder_ClimateChange_FINAL.pdf

Comentarios

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