El reto de usar la copa menstrual en Venezuela - The challenge of using the menstrual cup in Venezuela


La experiencia de usar por primera vez la copa menstrual podría describirla entre una sensación desconocida, una satisfacción por estar haciendo un cambio positivo y la gran incertidumbre de cómo un producto como este podría ser adaptado a la situación en Venezuela. El ciclo menstrual parece ser un tema que causa incomodidad, que aún muchos desconocen y que se considera tabú incluso en el 2020. En Venezuela, la vulnerabilidad de la mujer en cuanto a su menstruación ante la escasez de agua y la crisis actual es en parte una consecuencia de la violación de los derechos humanos y ambientales.

La copa menstrual es la alternativa sostenible para evitar el uso de toallas sanitarias como medida de higiene femenina. Esta no solo indica una opción que es amigable con el ambiente, sino que además, es más saludable, cómoda y segura, según señala una investigación realizada por el departamento de Ciencias Clínicas de Liverpool School of Tropical Medicine, Reino Unido. El instrumento de silicona quirúrgica funciona al ser esterilizada, utilizada, lavada e insertada nuevamente en la vagina y el tiempo estimado entre cada cambio es entre 6 y 12 horas. Sin embargo, una de las partes más importantes de poder tratar de forma segura la higiene femenina es la confianza que tengamos sobre la calidad del agua y su acceso.

En este sentido, la problemática del agua en Venezuela implica un obstáculo para lograr los objetivos de desarrollo sostenible en el país y puede corresponder un reto en el uso correcto de la copa menstrual. Según el Observatorio Nacional de Servicios Públicos, Monitor Ciudad y la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), solo un 18% de la población cuenta con un servicio continuo de agua, mientras que un 65% sufre interrupciones continuas y aproximadamente 3.000.000 de venezolanos no cuentan con acceso al agua potable. Daniela González reside en la ciudad de Valencia, Venezuela y cuenta con un programa de racionamiento de agua inestable donde como mucho puede tener una hora de agua al día y María Gabriela Santos afirma que solo tiene acceso al agua cada 15 días en Cúa, estado Miranda. A pesar de no contar con agua todo el tiempo, ambas usan la copa menstrual y desconfían de la calidad del agua que sale del grifo.

Los retos de usar la copa menstrual en Venezuela no solo se limitan al acceso al agua potable, sino que además corresponden a un problema económico y educativo. En primer lugar, el acceso a productos de higiene personal parece ser un lujo para un sector importante de la población. El costo de las toallas sanitarias se encuentra en una cifra que corresponde en su totalidad a un salario mínimo; es decir, menos de 5 dólares. Mientras que una copa menstrual puede encontrarse en el mercado venezolano desde 4 dólares hasta 30 dólares. Para Luisana Márquez de 19 años, el factor precio corresponde una preocupación mayor, ya que a pesar de ser una inversión a largo plazo mucho más efectiva que las toallas sanitarias, es importante saber que económico no necesariamente signifique calidad y esto podría traer consecuencias a la salud.

Por su parte, a nivel educativo, para Mónica Peña de 25 años la copa menstrual es una oportunidad para romper el tabú de la menstruación como algo antinatural. En Venezuela, de acuerdo a la Asociación Civil de Planificación Familiar estiman que los programas estatales y aquellos creados por organizaciones de planificación familiar y atención de la salud sexual cubren solo a un 22 por ciento de la población, permitiendo que exista una limitación en el acceso a productos de higiene menstrual. Tanto para Mónica como para María Gabriela la copa menstrual ha sido una forma de conocer y entender su cuerpo y su ciclo por lo que invitan a todas las personas, hombres y mujeres, a informarse más sobre la copa menstrual y la menstruación.

Aunque parezca todo un desafío poder implementar el uso de la copa menstrual en la vida de las venezolanas, es importante destacar que esta opción no solo es más segura, limpia y confiable que las otras alternativas; sino que además, incluso en este contexto tan adverso, su uso es posible y nos invita a todos promover una educación de calidad en torno a la materia y a demandar el acceso al agua potable como un derecho universal para toda la población.

Para cada una de estas chicas, e incluso para mí, la experiencia de la copa menstrual ha sido una montaña rusa de emociones que incluye un proceso de adaptación y auto conocimiento. Además, de acuerdo a las Naciones Unidas, “en promedio, las mujeres que usan toallas sanitarias generan 60 kilogramos de residuos de este artículo durante su vida, eso equivale a 100.000 toneladas de desechos al año”. Por lo que usar la copa menstrual se ha convertido en una acción para reducir nuestra producción de basura y disminuir nuestro impacto sobre el planeta.

El manejo de la salud menstrual es la clave para que las jóvenes y mujeres de una sociedad alcancen su máximo potencial. La ventaja del tiempo de cambio de una copa menstrual permite que el desarrollo y productividad de una mujer durante el día sea mucho más efectivo. Un cambio en la mañana y otro en la tarde libera a muchas de la preocupación de no contar con agua en lugares públicos o de faltar a la escuela por desconfiar de la higiene de los sanitarios. De igual manera, tanto Daniela, como Luisana y Mónica recomiendan organizarse y planificar los días de menstruación para prevenir la disponibilidad de agua y estar preparadas ante la falta de la misma. Por su parte, María Gabriela recomienda llevar siempre un termo de agua exclusivo para el cambio de la copa en sitios públicos.

La invitación hoy es a informarse y educarse sobre los ciclos menstruales, intentar probar esta alternativa y además, a exigir y demandar el respeto de los derechos humanos y ambientales con una educación de calidad, acceso al agua potable y una vida digna.


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            I could describe the experience of using the menstrual cup for the first time as an unknown sensation, a satisfaction of making a positive change and the great uncertainty of how a product like this could be adapted to the Venezuela's situation. The menstrual cycle seems to be an issue that causes discomfort, which many are still unaware of and which is considered taboo even in 2020. In Venezuela, the vulnerability of women in terms of their menstruation to water scarcity and the current crisis is in part a consequence of the violation of human and environmental rights.

         The menstrual cup is the sustainable alternative to avoid using sanitary pads and tampons as a feminine hygiene measure. This not only indicates an option that is friendly to the environment, but also is healthier, more comfortable and safer, according to research carried out by the Department of Clinical Sciences at the Liverpool School of Tropical Medicine, UK. The surgical silicone instrument works by being sterilized, used, washed and inserted again into the vagina and the estimated time between each change is between 6 and 12 hours. However, one of the most important parts of being able to safely treat feminine hygiene is the trust we have in water quality and access.

              The water problem in Venezuela implies an obstacle to achieve the sustainable development goals in the country and there may be a challenge in the correct use of the menstrual cup. According to the National Observatory of Public Services, City Monitor and the National Survey of Living Conditions (Encovi), only 18% of the population has a continuous water service in Venezuela, while 65% suffer continuous interruptions and approximately 3,000,000 Venezuelans do not have access to clean water. Daniela González lives in the city of Valencia, Venezuela and has an unstable water rationing program where at most she can have one hour of water a day and María Gabriela Santos states that she only has access to water every 15 days in Cúa, Miranda state . Despite not having water all the time, both of them use the menstrual cup and are suspicious of the quality of the water that comes out of the tap.

            The challenges of using the menstrual cup in Venezuela are not only limited to access to clean water, but also correspond to an economic and educational problem. First of all, access to personal hygiene products seems to be a luxury for a significant sector of the population. The cost of sanitary towels corresponds entirely to a minimum wage; that is, less than $5. While a menstrual cup can be found in the Venezuelan market from $4 to $30. For Luisana Márquez, 19 years old, the price factor corresponds to a greater concern, since despite being a much more effective long-term investment than sanitary towels, it is important to know that economic does not necessarily mean quality and this could have consequences for the Health.

         At an educational level, for Mónica Peña, 25 years old, the menstrual cup is an opportunity to break the taboo of menstruation as something unnatural. In Venezuela, according to the Civil Association for Family Planning, they estimate that  family planning and sexual health care prorams created by state programs and organizations cover only 22 percent of the population, allowing a limitation in access to menstrual hygiene products. For both, Monica and Maria Gabriela, the menstrual cup has been a way of knowing and understanding her body and her cycle, which is why they invite all people, men and women, to learn more about the menstrual cup and menstruation.

        Although it seems quite a challenge to implement the use of the menstrual cup in the life of Venezuelans, it is important to highlight that this option is not only safer, cleaner and more reliable than the other alternatives; but also, even in this very adverse context, its use is possible and invites us all to promote quality education around the subject and to demand access to clean water as a universal right for the entire population.

        For each of these girls, and even for me, the experience of the menstrual cup has been a roller coaster of emotions that includes a process of adaptation and self-knowledge. In addition, according to the United Nations, "on average, women who use sanitary pads generate 60 kilograms of waste from this article during their lifetime, which is equivalent to 100,000 tons of waste per year." Thus, using the menstrual cup has become an action to reduce our production of waste and reduce our impact on the planet.

     Managing menstrual health is the key for women in a society to reach their full potential. The advantage of the change time of a menstrual cup allows the development and productivity of a woman during the day to be much more effective. A change in the morning and another in the afternoon frees many from the worry of not having water in public places or of missing school due to mistrust of the hygiene of the toilets. Likewise, Daniela, Luisana and Mónica recommend organizing, scheduling and planning menstruation days to prevent the availability of water and to be prepared for the lack of it. On the other side, María Gabriela recommends to always carry an exclusive water bottle to change the cup in public places.

      The invitation today is to inform and educate yourself about menstrual cycles, try the menstrual cup as an alternative and also, to demand respect for human and environmental rights regarding quality education, access to clean water and a decent life.

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